La vida de Adèle, o lo que es lo mismo, Emma, es una película que habla de Amor. De Amor en mayúsculas. De ese Amor que encierra en sí mismo la felicidad más ardiente y la tristeza más devastadora. De ese Amor que no se entiende sin celos, arrepentimientos, broncas descomunales y, por supuesto, buen sexo. De ese Amor que implica, incluso, empezar a borrarse a uno mismo para dibujarse en base al otro. Adèle no existe si no es con Emma, y eso a mí me destroza, no solo como espectadora, sino como cómplice, como compañera, como parte de esta historia; la más bonita y la más triste que he visto desde Blue Valentine.
Acabar llorando a mares, enamorada de la inocencia de Adèle y de todo lo que esconde ese azul del pelo de Emma. Casi 3 horas de metraje que volvería a ver hoy mismo si no me dolieran tanto esos nudos que te envuelven cuerpo entero.
Para mí, la mejor película de este año. De lejos.
Es bastante mala y dudo mucho que se hable de amor. El guión deja mucho que desar y hay escenas en la peli que dan literalmente un asco que te mueres.
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